lunes, 4 de febrero de 2013

¿Ya vieron la película “Hysteria”?... ¡TIENEN QUE VERLA!

Este es el primer vibrador, creado en 1870, usado como "medicina"
para calmar el supuesto mal de la histeria femenina. Fue inventado
por un médico británico cansado de masturbar manualmente
a sus pacientes.
Esta graciosa película trata de la historia del primer vibrador, del cómo y por qué se creo. 

La película la vi en junio del 2012 en un DVD comprado el Polvos Azules, pero recién está en  estreno solo en la sala de CinePlanet Alcázar, en el óvalo Gutiérrez.

“Hysteria” presenta al joven doctor Mortimer Granville que busca trabajo en la prestigiosa consulta del Dr. Dalrymple, un reputado médico de mujeres famoso por su habilidad en el trato clínico de la histeria.

Pero... ¿qué es (o qué era) la histeria? 
Como se ha llamado tradicionalmente, la histeria es un montón de padecimientos que, en realidad, no tenían mucha explicación (y que ahora se han metido en dos cajones de sastre llamados "trastornos disociativos" y "trastornos somatoformes"). 

“Hysterá”, en griego, significa útero y en los tiempos del sabio Hipócrates se creía que era un órgano móvil, que deambulaba a su capricho por el cuerpo, causando enfermedades a la víctima cuando llegaba al pecho. En el diccionario de la Real Academia, muy dada a los anacronismos, todavía aparece como "enfermedad nerviosa, crónica, más frecuente en la mujer que en el hombre, caracterizada por gran variedad de síntomas, principalmente funcionales, y a veces por ataques convulsivos".

Antiguamente usaban los baños de agua templada, o los "masajes" manuales en la entrepierna hasta alcanzar el "paroxismo histérico" (vulgo: que te masturben a mano) que es lo que se aprecia en la película.

El asistente del doctor Mortimer en  pleno
tratamiento a la paciente con mal de histeria
Así, el doctor Dalrymple busca un ayudante para aplicar tratamiento (entiéndase: satisfacer) a todas las mujeres víctimas de una epidemia de histeria porque en el mojigato Londres de la reina Victoria no estaba bien vista la “automedicación”. En aquella época lo más elegante y adecuado era ser tímida, resignada, escuálida (con la cintura de avispa, de ahí el corsé) y paliducha.

Sin embargo, sí era perfectamente aceptable que se abran de piernas ante el médico y dejarse aplicar el correctivo ("porque eso no es placer, las mujeres sólo encuentran placer con la penetración del órgano masculino", asegura el viejo sabio a su ayudante en la película) para que el carácter de la mujer mejore.

Han pasado muchos años, pero todavía quedan rescoldos de aquella hoguera. ¿Saben por qué? Porque es cierto que a más de a una mujer que reniega o está amargada le han dicho alguna vez en su vida: "Tú lo que necesitas es un buen polvo".

EL PRIMER VIBRADOR
El caso es que, el joven aprendiz sufre en sus carnes las consecuencias de tener que satisfacer manualmente a medio Londres y, de forma casual, con ayuda de su amigo, un joven inventor rico y estrafalario, encuentra la forma de convertir un plumero eléctrico en el prototipo del primer vibrador de la historia.

Así, el tedioso trabajo en el que antes se tardaban horas queda resuelto con mejores resultados con la aplicación durante unos minutos de un artilugio que (y ahí viene el quid de la cuestión)  al empezar a popularizarse y extenderse la luz eléctrica, pudo comercializarse y usarse en casa y sin intervención médica. ¡Listo! Se acabó la histeria.

Bueno... en realidad no fue hasta los años 50 del siglo XX cuando se erradicó el dichoso diagnóstico de las consultas de los psiquiatras, de tal forma que el útero dejó de ser el culpable de todos los “males” y “arrebatos” femeninos. Además, se tuvo que reconocer que el placer en solitario no sólo es cosa de hombres y que una mujer, con buen o mal carácter, tiene tanto derecho como cualquier señor "al libre uso de su cuerpo". 

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