Esta graciosa película trata de la historia del primer vibrador, del cómo y por qué se creo.
La película la vi en junio del 2012 en un DVD comprado el Polvos Azules, pero recién está
en estreno solo en la sala de CinePlanet
Alcázar, en el óvalo Gutiérrez.
“Hysteria”
presenta al joven doctor Mortimer Granville que busca trabajo en la prestigiosa
consulta del Dr. Dalrymple, un reputado médico de mujeres famoso por su
habilidad en el trato clínico de la histeria.
Pero... ¿qué es (o qué era) la histeria?
Como se ha llamado tradicionalmente, la
histeria es un montón de padecimientos que, en realidad, no tenían mucha
explicación (y que ahora se han metido en dos cajones de sastre llamados
"trastornos disociativos" y "trastornos somatoformes").
“Hysterá”,
en griego, significa útero y en los tiempos del sabio Hipócrates se creía que
era un órgano móvil, que deambulaba a su capricho por el cuerpo, causando enfermedades
a la víctima cuando llegaba al pecho. En
el diccionario de la Real Academia, muy dada a los anacronismos, todavía
aparece como "enfermedad nerviosa, crónica, más frecuente en la mujer que
en el hombre, caracterizada por gran variedad de síntomas, principalmente
funcionales, y a veces por ataques convulsivos".
Antiguamente
usaban los baños de agua templada, o los "masajes" manuales en la
entrepierna hasta alcanzar el "paroxismo histérico" (vulgo: que te
masturben a mano) que es lo que se aprecia en la película.
El asistente del doctor Mortimer en pleno tratamiento a la paciente con mal de histeria |
Así, el doctor Dalrymple busca un ayudante para aplicar tratamiento
(entiéndase: satisfacer) a todas las mujeres víctimas de una epidemia de
histeria porque en el mojigato Londres de la reina Victoria no estaba bien
vista la “automedicación”. En aquella época lo más elegante y adecuado era ser
tímida, resignada, escuálida (con la cintura de avispa, de ahí el corsé) y
paliducha.
Sin
embargo, sí era perfectamente aceptable que se abran de
piernas ante el médico y dejarse aplicar el correctivo ("porque eso no es placer,
las mujeres sólo encuentran placer con la penetración del órgano
masculino", asegura el viejo sabio a su ayudante en la película) para que el
carácter de la mujer mejore.
Han
pasado muchos años, pero todavía quedan rescoldos de aquella hoguera. ¿Saben
por qué? Porque es cierto que a más de a una mujer que reniega o está amargada
le han dicho alguna vez en su vida: "Tú lo que necesitas es un buen
polvo".
EL PRIMER VIBRADOR
El
caso es que, el joven aprendiz sufre en sus carnes las consecuencias de tener
que satisfacer manualmente a medio Londres y, de forma casual, con ayuda de su
amigo, un joven inventor rico y estrafalario, encuentra la forma de convertir
un plumero eléctrico en el prototipo del primer vibrador de la historia.
Así,
el tedioso trabajo en el que antes se tardaban horas queda resuelto con mejores
resultados con la aplicación durante unos minutos de un artilugio que (y ahí
viene el quid de la cuestión) al empezar
a popularizarse y extenderse la luz eléctrica, pudo comercializarse y usarse en
casa y sin intervención médica. ¡Listo! Se acabó la histeria.
Bueno...
en realidad no fue hasta los años 50 del siglo XX cuando se erradicó el dichoso
diagnóstico de las consultas de los psiquiatras, de tal forma que el útero dejó
de ser el culpable de todos los “males” y “arrebatos” femeninos. Además, se
tuvo que reconocer que el placer en solitario no sólo es cosa de hombres y que
una mujer, con buen o mal carácter, tiene tanto derecho como cualquier señor
"al libre uso de su cuerpo".
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