Con Lola en el mayor atractivo de Marcahuasi |
-Corazón, y si
vamos fuera de Lima a pasar nuestro aniversario? porque nuestro día cae lunes,
y si salimos a cenar estuviéramos a las justas con a hora.
-Sale vale, mejor
salimos de Lima- me dijo ella.
-Ok, hay que ver a
dónde.
-¡Ya sé! ¡Vamos a
Markahuasi, ¡yo no conozco!- me dijo con un entusiasmo contagioso.
-Hecho, vamos a
Markahuasi, corazón. Será divino celebrar nuestro aniversario caminando por esas
montañas, a 4 mil metros de altura.
Sábado no pudimos
ir por diversas razones. Así que el viernes que fui a su casa enumeramos los implementos,
sentados en su mueble frente al televisor.
-A ver, corazón- le
dije -empecemos de arriba para abajo. Necesitaremos gorro o sombrero, porque el
sol es infernal, lentes de sol con protección UV, bloqueador solar, mantequilla
de cacao para los labios, polo manga larga para que no queme el sol, bastones
que lo hacemos con ramas, zapatillas con cocada. ¿De acuerdo, corazón?... ¿corazón?...
Ya pues, corazón, deja de mirar la tele y hagamos esto.
-je je je, sorry,
es que me distraje. Ya, sigamos.
Y armamos más
implementos como linterna, las cosas para comer, etc. Ella llevaría el termo
con café, yo el desayuno que me pidió, también tamales, humitas, abrigo por si
acaso, la infaltable cámara de fotos, etc.
LA SALIDA
Llegué a su casa a
las 3 a.m. de sábado para domingo, cargamos el termo con el café, sacamos las
naranjas que nos iban a refrescar en la caminata, los chifles que preparó la
noche anterior para ir comiendo en el camino, caramelos de limón, etc. todo lo
cargamos a un carro antiguo que tiene su papá, del cual no se quieren deshacer
porque dicen que es el más fiel y el más guerrero en los viajes que siempre
realizan por las alturas del Perú, como el Callejón de Huaylas, la serranía de
Lima, etc.
-Hora de salida,
corazón, 3:05 de la mañana. Vamos a ver qué hora llegamos- le dije mientras
ella, como siempre, seria al volante. Al principio de la relación le reclamaba
porqué no me presta atención cuando le hablaba mientras manejaba. Luego, cuando me
enseñaba a manejar, yo era el serio frente al volante y prestaba atención a
toda la pista, hasta a la vereda. Ahí le comprendí por qué casi no me hacía
caso a las cosas que hablaba mientras manejo.
Una vez le conté
una leyenda de Huascarán y el Huandoy, sobre el origen de los nombres de esos
nevados. Al final le dije “¿qué te pareció?”. Pero me contestó “Mi amor,
discúlpame pero como hay tráfico terrible acá en la Javier Prado, presté atención
a la pista. Mejor me cuentas en tu casa, ¿ya?”. Etcétera.
Salimos tres de la
mañana. Llegando a Santa Eulalia a las 4am. Bajamos a revisar llantas, radiador,
todo. Sube nomás, mi amor, todo está bien, me dijo ella toda linda.
Una vez que
llegamos a la plaza de armas de Santa Eulalia, saqué los mapas. Desde acá la ruta
era desconocida para nosotros. Yo había ido tres veces a Markahuasi pero
siempre de día y en coaster, por eso nunca presté atención a la ruta.
Mapa en mano
iniciamos la pista desconocida. Minutos más tarde llegamos a una
hidroeléctrica.
-Corazón, esta debe
ser la central de Barba Blanca, tal como dice este mapa (el que tenía en manos).
-Ok, mi amor,
¿luego qué viene?
El carrito guerrero |
-Según mi medición,
a diez kilómetros debe estar la otra central hidroeléctrica, la de Huinco. De
ahí ya empezará la subida en pendiente pronunciada.
-¿Así… y quién la
pronunció?, me dijo riéndose, haciéndome las bromas que yo siempre hago.
No hay viaje más
lindo que ir solos con la persona que amas. Vas riéndote, conversando,
contándote anécdotas, vivencias de tu familia y las de ella. Claro, siempre y
cuando no sea en la avenida Javier Prado en hora punta, sino no te hacen caso.
Más anécdotas
nuevas de cada familia, de cuando ella era chiquita y lloraba con el medio de
su boca pegadito y los extremos abiertos, haciendo así una figura de 8 en
horizontal. La historia de sus perros y mi perro Killer, cada tantos minutos le
ponía un caramelo de limón en la boca porque estaba con las dos manos en el
timón.
Al llegar a Huinco
paramos un rato en la subida, la luna de esa noche nos iluminó la represa, todo
un espectáculo. Un abrazote fuerte con un beso apasionado hizo más lindo el
viaje. Hicimos pichi y subimos de nuevo al carro guerrero y trepador que se
portaba de maravilla.
PISTA FEA
-Francamente pensé
que exagerabas cuando me dijiste que el camino era horrible- me dijo Lola.
-Sí, es
sorprendente cómo no hacen nada por este atractivo que bien pudiera ser
denominado el Machu Picchu de Lima.
-Es igual de fea
que la subida a unas lagunas que queda más al fondo que Llanganuco- sentenció.
Eran las 5 de la
mañana. La radio ya no captaba emisoras y seguimos conversando, saltando en
cada bache. Al pasar por el túnel a unos kilómetros de Huinco vimos murciélagos
volando, asustados por la luz de los faros. Las subidas son horribles, hay
algunas de 45 grados, no exagero.
Fueron tantas cosas
que conversamos sin aburrirnos. Nos reímos por las bromas que le hacía o me
hacía.
POR FIN AMANECIÓ
-Ya está aclarando-
dijo toda sonriente.
-Sí, corazón, Y
ojalá un día estemos en Marcahuasi de noche y en plena Luna llena, es
impresionante ver esas gigantes esculturas alumbradas en plena noche.
-Sí, tenemos que
hacer varios viajes, me gusta esto.
-Es excelente. Los
viajes como que nos unen más. Es una especia de convivencia creo, nos conocemos
más.
-Conocemos los
olores, jajaja- se rió ella.
Pasamos el Puente
Autisha, desde donde hacen puenting. Los primeros buses inter provinciales ya
empezaban a salir y nos daban pase o viceversa. Hasta que por fin, según el
mapa impreso, estábamos a menos de diez curvas en subida.
Cuando fueron las
6:45 llegamos al pueblo San Pedro de Casta. Está ubicado a una
altura de 3100 msnm. La gente es recontra buena y acogedora. Pero también te
dicen un precio de lo que venden y no te rebajan ni un céntimo. Sin embargo, te
pueden invitar lo que está a su alcance, con toda la voluntad del mundo.
Miré alrededor y en
la plaza de armas había botellas rotas, hombres con olor a licor pasaban por
nuestro lado saludándonos sonrientes. Solo vimos una pareja de limeños, los
reconocimos por llevar zapatillas de trekking y mochilas.
Conforme lo
sospeché, no encontramos caballos. El día anterior había sido de celebración
con carrera hípica y dejaron descansar a sus caballos, les dieron feriado y
permiso para que vayan a pastar por los cerros del frente.
Otro abrazote en la
plaza, cafecito caliente a los 3100 msnm con desayuno traído de casa mejoró la
mañana. Yo hacía hora, entré al baño, me hacía el que buscaba cosas, todo con
la esperanza que abra la oficina de turismo que durante una hora nos decían “horita
abre, horita abre”.
Don Héctor con Lola |
FAUNA EN EL CAMINO.
-¡Mira, un zorro,
tómale foto, apuraaaaaa!
-Ay, tú siempre te demoras con la cámara, me
dijo lola mientras que yo me apuraba en sacarla de la funda.
Por fin enfoqué y
flash!! Logré sacar dos tomas, una donde el zorrito mira a mi lente, y otra lo
capturé en el aire.
-Estos zorros son
vivísimos- seguía don Héctor –Acaso comen cualquier ovejita… Se comen las más
gorditas, las que ya están para nuestra olla, nos ganan en escoger.
Ya en Markahuasi
logramos ver un cóndor en el vuelo majestuoso, dando vueltas en curva, unos lo
mirábamos boca abierta, otros enfocaban con su lente de la cámara.
AIRE, AIRE, FALTA EL AIRE
Para acá, Lola, le
dijo don Héctor. Hay que dejar tu carro acá nomás a medio camino, no te
preocupes que la gente acá es otra calidad, no roba, no le pasará nada a tu
carro. Lola me miró media desconfiada y le dije que deje nomás, la gente acá
con seguridad no roba. Y así dejamos su carro, esperándonos en la carretera
como perro fiel.
Faltaba pulmón y corazón de repuesto |
Tras innumerables
curvas, todas en subida, llegamos a una pampa. Es la parte más plana, pero de
ahí empieza la última trepada a un cerro parado que tenemos que subir zigzagueándolo.
Esa última subida sí que es una odisea. El aire te falta, sientes desfallecer,
los dos parábamos cada 10 minutos. La altura comienza a chocar y te puede dar
soroche.
Si hubiera ido
solo, mandaba todo al diablo y me regresaba. Pero no quería matar la ilusión de
Lola, ella no conocía y quería hacerlo. Así que saqué fuerzas de no sé dónde y
llegamos. Ella llegó primero que yo. En la puerta del anfiteatro nos tomamos
fotos, por fin estábamos en la salita que Marcahuasi recibe a sus visitantes.
En el camino don Héctor
nos enseñó cosas que no conocía como la silla del semi dios que no recuerdo el
nombre, pero cada que le molestan hace que llueva y envía rayos. Así que mejor
con Lola no nos sentamos en esa silla, no vaya ser que el semi dios me envíe una ola de frío y me quedo petrificado ahí.
Yo no creo en esas
cosas pero don Héctor sí creía. Total, Markahuasi es un lugar tan
precioso que merece todo el respeto. Está ubicado a 4 mil metros de altura. Los
que quieren ir sin pasarla mal, necesitan preparación física. Pero yo
recomiendo ir nomás, la aventura consiste en exigir al cuerpo y a la mente más
de lo que puede dar. Por eso Markahuasi es aventura.
MONUMENTO A LA HUMANIDAD
Como era fácil de
suponer, en el anfiteatro nos encontramos con otro grupo. Todos le dimos una
propina a don Héctor para que nos guie al Monumento de la Humanidad. Una piedra
que de diferente ángulo tiene varios rostros, de diferentes razas humanas. Es una
roca de más o menos 20 metros de altura.
Marcahuasi es un
lugar enigmático. Unos dicen que esas formaciones es producto de la erosión. Otros
aseguran que fue la mano del hombre, que una cultura de otro continente vino
escapando del gran diluvio (quizás del arca de
Noé). Y si fue la erosión, ¿es tanta la casualidad que todos los rostros
miren al occidente, es decir al mar? Don Héctor dice que antes vivían gigantes
ahí. A lo mejor fueron de la raza de Goliat, el gigante vencido por David en la
Biblia. A lo mejor fueron simples mortales que en verdad escaparon del diluvio,
o fueron los que vinieron a América por el estrecho de Bering, tal como dice la
teoría inmigracionista del origen del hombre americano.
Creo que fue eso,
porque en Marcahuasi hay figuras del León africano, el elefante, el camello, el
soldado persa (un rostro semi árabe que no es de raza inca), la mujer negra
cargando a su hijo, es decir, hay animales que el inca no vio. La mujer negra
no existía en épocas incaicas, según tengo entendido. Eso hace pensar que sí
fue la mano del hombre la que labró las figuras en esas rocas gigantescas.
CAMINATA EN LA CIMA
En la cima, sobre los 4 mil msnm en Markahuasi |
Más nos
admirábamos, más renegaba don Héctor con Daniel Ruzo. Frente a ese monumento,
en una roca común, estaban sentados una peruana, una francesa y un español. La peruana
decía que no cree en la mano del hombre, sino en la erosión. La francesa
igualito. El que dudaba era el español, que según nos contó, durante los siete
años que vivió en Lima ha visitado Markahuasi más de 100 veces, y dice q
volverá de nuevo porque le falta convencerse de algunas cosas. Y también sabía
del robo que hizo Daniel Ruzo.
Antes de emprender
la bajada escuchamos la última renegada de nuestro guía: “Yo era joven cuando
veía a Daniel Ruzo quedarse por semanas en Marcahuasi y llevarse a lomo de mula
varias cosas que sacaba de acá, con el tiempo ya aprendí que eran artesanía,
huacos y momias lo que Ruzo se llevaba. Y lo último que supe fue que esas
piezas se encuentran en un lugar de México y no sé por qué el gobierno no hace
nada por pedirlas, así como pidieron los objetos de Machu Picchu”.
LA BAJADA
Siempre da pena
salir de lugares bonitos. Al mirar una vez más al Monumento a la Humanidad le
dije hasta luego, sé que volveré. Agarrados de la mano, empezamos la bajada con
Lola, ella duda si volverá porque es muy cansado. Lo mismo dije yo la primera
vez y ya son cuatro veces que estuve allí.
Llegamos nuevamente
a San Pedro de Casta, nos comimos un lomo saltado que las papas faltaban freír.
Descansamos en el auto y de retorno a Lima. Antes de llegar a Chosica cómanse un
helado de frutas en Santa Eulalia, ¡el
de pacay es buenote!
Recomiendo pasar un
día de aventura en lugar de cena romántica con la pareja. Creo que es mejor el
trekking romántico para celebrar un mes más, un año más, o una celebración
porque sí.
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