lunes, 9 de enero de 2012

cuento titulado "EL AÑO NUEVO MAS LINDO"


Su nombre es Lola y es guapísima, china y delgada. Le gusta jugar con sus sobrinos y correr con ellos en el campo. A Adolfo le gustó verla así, china de risa con esos labios matadores que tenía Lola.

Adolfo quedó encantado cuando Lola le confesó que su defecto es tirarse muchos pedos. No era que a él le gustaran los pedos, al menos los suyos los detestaba, y no se sabe por qué motivo, pero Adolfo tenía curiosidad conocer los pedos de Lola, de repente fue porque él ya estaba tronado.

La primera vez que Adolfo la vio en persona quedó boca abierta, impresionado como nunca antes, porque nadie le había gustado de esa manera. Una de las cosas que le fascinó fue la sonrisa que le volvía más loco de lo que ya estaba. Ahí comprendió lo que le dijeron una vez: “Uno no sufre de locura, lo disfruta”.

Él no pensaba salir a celebrar Año Nuevo, quería quedarse en casa para pasarlo tranquilo porque no quería perturbarse. Pero salió y ahora anda más intranquilo que nunca porque ella le gusta como nadie le gustó.

CAMPING
El sábado 31 de diciembre del 2011, aceptando una invitación de Lola, fue temprano a su casa, llegó 9 de la mañana y ella le presentó a su mamá, sus hermanos, hermanas, sus incontables sobrinos que no recuerda el nombre de todos, y dos perritos chicos que no dejaban de ladrarle. “Pucha, Lola, nunca me llevé bien con los perros enanos, siempre tuve jale con los grandes”, le dijo, mientras ella acostada  en su mueble todo relajada se reía.

En el patio estaban dos perros grandes, uno que fue adoptado y había perdido un ojo, y otro que lo compraron como perro fino pero conforme creció la naturaleza lo delató como perro de raza chusca, esos dos perros sí le movían la cola y dejaban que les acaricie.

Iban a ir con la familia de Lola al valle de Santa Eulalia para celebrar el Año Nuevo, recibiendo el 2012.

Adolfo fue con Lola en el auto de ella. El sentado de copiloto y ella al volante, atrás su hermana con dos sobrinos. Enrumbaron por la carretera y Adolfo la veía más linda que nunca cuando el viento movía su cabello o cuando se reía con esos labios matadores que tiene cuando él contaba algún chiste tonto.

Hasta ese momento la miraba como su amiga, una buena amiga con quien días antes la pasaron lindo jugando bowlling con dos amigos más, y luego bailaron en una discoteca hasta las dos de la mañana.

Pero tres meses atrás Adolfo le había dicho a Lola que le gustaba pero solo recibió un “no” de respuesta. Le dijo que ni se ilusione porque entre ellos no podía pasar nada. Pasó el tiempo y lo superaron, se habían llevado en una muy buena onda, sin “mala leche”, como dice ella.

Adolfo nunca supo guardar rencor ni mala onda con nadie, así le hizo la naturaleza y puede ser amigo de quien antes le hizo sentir cosas malas o tristes.

Siendo solo su amigo, la miraba hechizado, sin el menor ánimo de decirle que está guapa y pensando que habrá un hombre que sería dichoso al besar esos labios de ensueño. El carro se paró antes de llegar al destino, decían que le tenía fobia a las alturas, porque cuando fueron a otra provincia de la Sierra igual se paraba en las subidas. En fin… aprovecharon para comer snacks y bromear un rato.

Luego de cinco paradas más,  avanzando cinco metros cada una, llegaron a un campo hermoso, una amplia área de pasto verde donde las familias o amigos acampaban.

Ahí estaba su papá, un señor de Huaraz de 85 años de edad. Le saludó a Adolfo de lo más serio y le intimidó. Luego Lola le confesó a él que no le había contado a su papá y eso intimidó más al invitado. Lo mismo con su hermano de 45 años. Por esas cosas Adolfo se sintió nervioso y todo le salía mal, derramaba la gaseosa, casi se caen con Lola para atrás en la mesa del almuerzo, se mojó el pantalón con la chicha, en fin….

Almorzaron rico un pavo al horno que como en toda familia, siempre se guarda uno de los que tienen para Navidad.

De ahí vino lo bueno: el juego con la familia. Adolfo jugó a saltar soga con un cántico que decía “osito panda, salta con un pié, con un pié, con un pié, salta con el otro, con el otro con el otro, salta con tres pies, con tres pies, con tres pies, luego con los cuatro, con los cuatro con los cuatro”. ÉL llegó solo a la primera parte porque no sabía que cuando decían tres pies se referían a dos pies y una mano. No saltaba soga desde su niñez que jugaba con sus hermanas y su prima.

Luego vino “los siete pecados”, corriendo para no ser alcanzado por la pelota. El trataba de hacerle perder a Lola, con risas de por medio, solo por molestarla. La familia de Lola se reía cuando por culpa de Adolfo ella tenía un pecado más, y él feliz masajeando de lejos esa sonrisa encantadora que tiene con esos labios que matan, y sus ojos chinos juguetones.

FELIZ AÑO, CORAZÓN
Cuando le dijo “feliz año” Adolfo le dio un abrazo apretándola de lo contento y agradecido que estaba por sacarle de su casa y relajarle tan rico. Antes de eso habían jugado a unas rondas de tragos con la gente adulta, castigándose con licores de coco, piña, vino, ron, cerveza y champán.

En la euforia posterior a las 12 de la noche, en medio los cuetes, abrazos,  y más brindis y deseos de felicidad y prosperidad para todos, Adolfo se acercó tímidamente a Lola y con pocos gestos le dijo: sabes… debido a cosas que no comprendo muy bien tengo ganas de abrazarte fuerte. Estoy contento.

-           Por qué no lo haces entonces, tonto-  le dijo eso siempre con una sonrisa.
-           Porque tengo miedo que pienses mal
-           Ja ja ja, déjate de cosas y abrázame, tonto.

La abrazó fuertote y sintió rico y tierno; Adolfo estaba reviviendo lo que hace tres meses había sentido por ella cuando estaban paseando por el malecón de Miraflores, todavía con el frío primaveral de ese entonces.

En ese recibimiento al año 2012, los brindis y la alegría seguían bajo un cielo despejado y con un poco de frío bajo el árbol que les daba sombra en la tarde, ahí estaban, en medio de las seis carpas y una fogata moribunda que ya nadie le hacía caso.

Lola castigaba a todos con un vaso de ron, él la miraba a ella que estaba vestida con buzo y zapatillas, tan natural sin maquillaje, y ya no podía ocultarlo, Adolfo se había enamorado ese instante, esa noche, lo único que deseaba era abrazarla fuerte toda la noche y besarla hasta que se muera.

Lola se acercó y le castigó con otro vaso de ron, lo único que hizo Adolfo siguiendo sus instintos amorosos, fue abrazarla del cuello con su brazo derecho, mientras que con su mano izquierda tomaba del vaso, feliz de recibirlo y de que ella se le acerque.

Sorpresivamente ella lo abrazó por la  espalda, a la altura de su cintura; le dio la botella a alguien y se quedaron así, sintiendo un rico abrazo que produce sensaciones mágicas. Los dos se apretaban en un tierno, amoroso y mágico abrazo.

Adolfo no recuerda que le dijo a Lola, pero giró su cabeza para mirarla, ella le miró, le regaló una encantadora sonrisa y no se sabe el momento en que sus labios ya estaban unidos, humedeciéndose, mágicamente se estaban besando sintiendo amor en sus venas.

Fue uno de esos besos que sabes que nunca olvidarás, ricos, frescos y llenos de ternura.

Adolfo creía que era mentira estar besando esos labios que le mataban, la sensación fue maravillosa, fue el beso más rico en tantísimos años que le daban, parecía el amor de juventud, ese que te viene con una felicidad que no cabe en el alma.

Mas besos fueron los que vinieron, y más personas las que los miraban, toda su familia en pleno. Pero aún así él quería que fuera eterno cada beso.

Al día siguiente él despertó y el papá de Lola que los vio estaba sentado en la mesa donde se comía. Preparado para dar la cara por lo que hizo salió de su carpa donde durmió solitario y feliz, y saludó al señor.

- Buenos días, señor, ¿cómo está?
- Buenos días, ¿qué tal ha dormido? Mucho tomaron anoche – le dijo eso y yo ya él ya estaba listo para el sermón.

Pero no fue así, empezaron a conversar de algunas costumbres de Año Nuevo, de que el señor conoce mucho el Perú porque fue transportista y ha viajado más que Marco Polo. El punto en común fue la Sierra, porque la mamá de Adolfo también es serrana. Las delicias que se come en esa región fueron un tema de casi 20 minutos de conversación.

Fue una buena charla con el señor, con el sol tremendo a las 7 de la mañana y observando cómo la gente va sobreviviendo y saliendo de sus carpas.

Lo único que Adolfo quería era estar al lado de Lola, con eso era feliz. La china ya se había levantado y estaba conversando son su prima, enterándose de las cosas que no se acordaba de anoche.

Luego los dos en una banca empezamos a conversar, mirándonos cómplices de la locura y medio palteados.

-           Te acuerdas lo que hiciste anoche?-  preguntó él.
-           Algunas cosas sí, otras no- decía siempre sonriendo.
-           No me digas que no te acuerdas de lo de nosotros, ahí sí me destrozas.
-           Ja ja ja obvio que eso sí me acuerdo. Si no me gustarías no te hubiera traído acá.
-           Entonces eso contesta la pregunta que te hice anoche y que no me quisiste contestar? Eso de que si alguien te atraía últimamente.
-           ¿Se supone que sí, no?
-           Wuauuu, china, no sabía de que yo te gustaba.
-           Pero es obvio, sino no te hubiera dicho para venir.
-           Es que no quería pensar nada de eso de que me gustas o te gusto, por temor a ya te imaginas qué.

La charla continuó y se confesaron que se gustaron. Hubo pan con atún de desayuno y avena. Luego de la una rica piscina viéndola en un bikini radiante y con su piercing en el ombligo, almorzaron pollo a la parrilla.

Adolfo disfrutó el momento que se sentaron bajo el árbol a comer. Los dos comieron sin tenedor, con la mano, saboreando y triturando los huesos sin reparos de la tonta etiqueta. Él Dejó  la punta de la ala y ella le preguntó ¿No comes la punta de la alaaaaa?, pero si es buenazaaaaaa.

No, no la como, ¿quieres?
Claro, dijo Lola y la devoró por completo, incluida la parte que él había mordido. Fue normal porque tomaron la gaseosa o lo que sea del mismo vaso y la noche anterior se dimos besos deliciosos.

A LA RIVERA DEL RÍO
Luego de almorzar fueron a ver el río en ese tremendo campo con inmensas áreas verdes y árboles grandes, en la orilla había un viento que soplaba fuerte alborotando el cabello de Lola y el de él que andaba medio crecido. No aguantéó más y la abrazó por el cuello, le buscó la mirada y le dio un besote que ella me correspondió amorosa.

Se besaron parados, abrazados fuerte, sintiendo el aire rico, el sonido del río hacía romántica la cosa. Caminaron más allá y se sentaron en un muro, él atrás de ella abrazándola por adelante, sintiendo lo rico de su calor corporal.

Sus labios y sus lenguas hacían travesuras amorosas mientras sus cuerpos estaban juntitos, qué delicia sentía Adolfo  cuando su brazo sentía su cabello al abrazarla y qué delicia fue cuando ella puso su lengua en la boca y jugaba con la suya. Ambos cerraban cerrados y cada que lo abrían se dibujaba una sonrisa en sus rostros.

Ahora Adolfo la extraña a mares. Siente que la necesita, que su presencia o su voz pueden calmar esta angustia que está sintiendo.

Hoy es lunes, se vieron vimos ayer domingo pero la extraña como si no la viera hace cien años. Quedaron en verse mañana martes, pero Adolfo sentía que falta otros cien años para volver a verla.

La desarmada de carpas para regresarnos fue triste para él porque sabía que era el final de la celebración de Año Nuevo. Quería que se quedaran viviendo en ese edén para no separarse nunca de ella.

Él desarmó su carpa en silencio, levantando de rato en rato la cabeza para ver cuando ella y su prima desarmaban la suya.

La veía tan mujer cuando regresaron, mientras manejaba de regreso sus sobrinos le decían tía esto o tía lo otro.  Es todo una profesional y tan amorosa con sus sobrinos. En medio camino paró para comprar helados con todo y para mí.

Lo único malo fue que se pasó una luz roja y el policía milagrosamente drástico no aceptó coima y le enchufó la papeleta. De regreso Lola dejó a Adolfo en su cas, él rogaba que baje para darle un abrazo inmenso de despedida, pero no bajó.

Así celebró Adolfo “el Año Nuevo más lindo” que tuvo, uno de los más encantadores de toda su vida. Tenía lo que le gustaba: celebración en el campo, contacto con la naturaleza, una familia encantadora y los besos y el cariño de la chica más linda.

Adolfo no sabe si volverá a ser feliz besándola, abrazándola, pasando tiempo con ella, no sabe si él le gusta a ella tanto como ella a él. Solo sabe que fue un Año Nuevo lleno de felicidad, aunque ahora esté lleno de tristeza porque me muere por verla nuevamente.

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